lunes, 1 de septiembre de 2008

FERNANDO ROJAS MOREY



Nació en Cajamarca - Perú, el 26 de mayo de 1934, Hijo de Arturo Rojas Díaz y Antonieta Morey. Su primaria la estudió en Huanuco y la secundaria en el San Juan De Trujillo.

Cursó sus estudios superiores en los Seminarios de “San Carlos y San Marcelo” de Trujillo y “Santo Toribio de Mogrovejo” de Lima; recibió la consagración sacerdotal el 20 de Diciembre de 1958 de manos de Mons. José Dammert Bellido.

Sus cuatro primeros años de vida sacerdotal los pasó en Santiago de Chuco y fue nombrado Párroco de Chepén el 12 de marzo de 1963.

Años 60 y 70

Su labor apostólica en Chepén la ha realizado dando énfasis a la acción evangelizadora, al trabajo social, la renovación del culto, la catequesis y el impulso al apostolado seglar.

Termina la reconstrucción del Templo de San Sebastián. Su propuesta del nuevo edificio crea polémica por lo moderno y muy opuesto al anterior templo. Sin embargo pronto se convierte en la principal referencia de modernidad en la ciudad de Chepén.

Se inicia el trabajo social a favor de los más necesitados: construcción de casas comunales en los barrios marginales, comedores populares, guarderías parroquiales.

El Padre Fernando se desempeña como profesor de la Gran Unidad Escolar Carlos Gutiérrez Noriega.

Años 80

Para buscar la cooperación al desarrollo de los pueblos del Valle Jequetepeque crea la ONG Centro de Estudios Sociales y Desarrollo Rural “CESDER”.

La parroquia establece el Consultorio Medico, Radio San Sebastián y la Imprenta San Sebastián.

Crea las primeras guarderías infantiles, El Colegio Parroquial, La Casa de la Cultura.

La Iglesia de Chepén promueve la creación de La Cooperativa de Trabajadores Tiahantisuyo.

Años 90

En los años 90 destaca su participación activa en la creación del Instituto Técnico San Juan Bosco y la Universidad Privada Juan XXIII. Es una apuesta arriesgada y esperanzada para la formación profesional de los jóvenes del Valle Jequetepeque.

La universidad pronto encuentra enemigos políticos y económicos que hacen que este caro anhelo termine pronto después de 6 años de funcionamiento.

En el ámbito diocesano se desempeñó como Secretario General Ejecutivo del Segundo Sínodo Arquidiocesano de Trujillo.

Promueve la creación de de la Defensoría Parroquial Lestonnac, institución de defensa y promoción de los derechos de niños y mujeres.

Desde octubre de 1999 hasta junio del 2000, se desempeñó como Vicario General de la Arquidiócesis, manteniendo su oficio de párroco, en la administración de Mons. Miguel Cabrejos Vidarte O.F.M., nuevo Arzobispo.

Años 2000

Mejora de las infraestructuras de la Casa Comunal, Casa Villa Leticia y el establecimiento de un centro ocupacional para adolescentes trabajadores.

El 19 de marzo 2008, en ceremonia realizada en la catedral de Trujillo, recibió el grado de Canónigo del cabildo Metropolitano del Arzobispado de Trujillo.

Fernando Rojas Morey

El Padre Rojas es un sacerdote admirado y querido. Es considerado como uno de los sacerdotes más destacados del norte del Perú.

Dentro de sus muchas amistades destaca la del Obispo José Dammert Bellido, José Ignacio Alemany Grau, Gustavo Gutiérrez, Luis Rebaza Neyra, Mons. Andrés Aníbal Berríos Piedra, al padre Fernando Bonnín Aguiló, al Sr. Ernesto Eichenlaub, al padre Álois Eichenlaub, al padre Carlos Vallés, al padre Marcos Degen, a los padres redentoristas, a los padres claretianos, al Mons. Manuel Prado Pérez Rosas, al padre Paco Muguiro, al padre Pedro de Guchteneere, a Mons. Jesús Calderón y los padres dominicos entre muchos otros del Perú y el extranjero.

En lo netamente humano, el Padre Fernando es amante de la música, del deporte, de la lectura y el estudio. Es caritativo y bondadoso. Destaca su acompañamientos a cientos de jóvenes que pasan por su parroquia, muchos de ellos son profesionales destacados.

Son varias las promociones de alumnos de colegios e institutos educativos de Chepén que lleva su nombre como testimonio de reconocimiento y gratitud.

Años de persecución

Dos han sido los periodos que el Párroco de Chepén ha soportado una injusta persecución y acoso por parte de intereses políticos y económicos. La primera fue en los años 80 por su labor social con los campesinos sin tierra, fue acusado como instigador de desorden y subversión. La Policía Nacional abrió una marcada investigación y dentro de la jerarquía de la iglesia fue visto con desconfianza.

El poder político y algún poderoso terrateniente del Valle Jequetepeque orquestaron una campaña de desprestigio y derribo. Recibió multitud de ofensa y acusaciones por algunas emisoras de radio y periódicos de Chepén y Trujillo. El extremo fue el atentado terrorista, con artefactos explosivos, que sufrió la Casa Parroquial. La investigación apuntó que fue perpetuada por un grupo paramilitar.

Sin embargo el Padre Fernando, jamas se rindió al miedo y a la inercia. Reforzó su trabajo pastoral y social. Denunciaba a viva voz la injusticia y la violencia que vivía el Perú.

A finales de los 90 e inicios del 2000, el Padre Fernando recibió otra vez una dura campaña contra su persona y su trabajo como principal promotor de la Universidad Privada Juan XXIII. Políticos y dueños de universidades del norte del Perú hicieron todo lo posible para desprestigiar a esta casa de estudios. Los enemigos de la Universidad se confabularon para restarle credibilidad ante el organismo superior de las universidades del Perú, y se promovió una cruel campaña de ataque personal contra el Padre Fernando por parte de varios políticos y varios locutores de radio en Chepén.

En el año 2001 fue retirada la resolución de funcionamiento de la Universidad. La promotora mantiene una apelación en las instancias judiciales y académicas.

Sus publicaciones

Ha escrito los libros: Caminando con mi Pueblo, Caminos y Esperanza (poemario), Los Discípulos de Jesús, Perfiles (poemario).

BODAS DE ORO

50 años de ilusión, trabajo y sacrificio es la vida de Fernando Rojas Morey, Chepén lo celebra y agradece. Hoy vemos a nuestro párroco con ganas de recorrer mas camino, con varios proyectos por hacer, contagiando sueños y esperanzas. FELICIDADES

Caminando con mi pueblo


Las cualidades de Fernando desde joven ha sido la sencillez, la reflexión, la franqueza, el interés por aprender cómo renovar la pastoral, dentro de la auténtica tradición eclesial, la constancia para proseguir tareas, lo que permitió iluminar sus labores al percibir las verdades del Concilio Vaticano II, y llegar con serenidad incompresiones, malentendidos y contradicciones; modestamente y sin alardes.

Describe “Caminando con mi Pueblo por las Rutas del Concilio” la visión teológica que fomentó su acción pastoral en los años de Párroco en San Sebastián de Chepén.

Ha sido un desarrollo realizado desde una iglesia urbana, pequeña en sus comienzos con crecimiento constante por las migraciones andinas y un vasto territorio de haciendas, transformadas en cooperativas, y minifundios, hasta la actual situación que no concluye de aumentar.

Atender a fieles de diversas formas de religiosidad; suplir deficiencias estatales para hallar trabajo, formar comunidades en los asentamientos, crear institutos para la formación de la juventud e incluso una Universidad que corresponda a las necesidades de la zona y no un mero eco de las existentes.

Constató la urgencia de tener laicos que compartieran labores apostólicas, con incasable actividad dedicada a la formación mediante reuniones de estudio, charlas, dirección espiritual, cursillos, revisión de lo hecho, señalar nuevas líneas y pautas. En ese despliegue cotidiano se admira la resistencia física y espiritual, y la laboriosidad. Pudiendo escribir artículos, estar al día en los avances teológicos y sociales y brotar de su pluma delicada poesía.

Acompañé a Fernando desde los últimos años de sus estudios teológicos en Lima, donde tuve la gracia de conferirle el Orden Sacerdotal, una sólida amistad con vistas recíprocas suyas a Cajamarca y mías a Chepén, de modo que puedo atestiguar que el contenido de este libro corresponde al pensamiento inspirador de sus apostolado parroquial y universitario.

Lima, 1998

José Dammert Bellido
Obispo Emérito de Cajamarca.
(Presentación del libro Caminando con mi Pueblo)
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GRACIAS PADRE FERNANDO


P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R.

Existen vidas que transforman vidas. Eso es lo que a mí, precisamente, me sucedió. Siento que mi vida ha sido transformada por el ejemplo de un hombre, cuya amistad llenó de luz mi existencia: se trata, nada más y nada menos, que del P. Fernando Rojas Morey, a quien estoy profundamente agradecido.

Todo empezó cuando yo estaba cursando el cuarto o quinto año de secundaria en Pacanguilla, un caserío de la Provincia de Chepén. Por aquel entonces yo estaba atravesando una fuerte crisis de fe, dado que, por la influencia de amigos ateos, yo empecé a dudar de la existencia de Dios. En aquel entonces tenía ganas de terminar con mi existencia, pues sentía que la vida sin Dios no tiene sentido. En esas circunstancias me conocí con el P. Fernando Rojas y su testimonio de vida transformó mi existencia.

A este hombre, a pesar de su avanzada edad, a menudo lo veía cercano a los jóvenes. A pesar de su apretada agenda diaria siempre encontraba espacios para estar con nosotros, para conversar, para escucharnos o simplemente para hacer presencia. Todos los domingos, después de misa, íbamos a la casa comunal para jugar o nadar en la piscina. Poco a poco me fui acercando más a él y, como se dice, me convertí en uno de sus “engreídos”, pues me acogía con mucho cariño en su casa y me dio una extraordinaria confianza: con libertad ingresa a su estudio, a su habitación, cogía sus libros para leer, prendía la tele, rebuscaba en su armario para ver sus fotos, etc. La verdad que me sentía como si fuera su hijo.

El P. Fernando, a pesar de sus problemas, a menudo se le veía alegre e irradiaba mucha paz. En una oportunidad yo me pregunté: ¿Por qué este hombre es feliz y yo, siendo tan joven, era tan infeliz? Después de una profunda reflexión concluí que él era feliz porque tenía Dios en su corazón. Entonces me surgió la chispa vocacional y le dije: “Padre, quiero ser sacerdote como tú”. Él sin titubeos, me dijo que no. Yo pienso que me hizo esta negativa para comprobar si de verdad yo tenía vocación. Al final se convenció que mi vocación era auténtica y me presentó a Mons. Manuel Prado, Obispo de Trujillo. Con este prelado estuve conversando cerca de tres a cuatro meses. Al finalizar el año el año 2002 el obispo me dijo: “Walter, creo que tienes vocación pero debes esperarte un año más, pues los jóvenes que van a ingresar este año tienen uno o dos años de acompañamiento”. Esta negativa me entristeció, pues yo había decidido dejar los estudios superiores para ingresar al seminario.

Retorné a Chepén. El P. Fernando, que siempre es un buen observador, me preguntó: “Qué te pasa”. Yo le comuniqué lo que me había dicho el Obispo de Trujillo. Fernando me dijo: “No te preocupes. Aquí hay dos padres Redentoristas. ¿No quisieras ir con ellos?”. “Bueno”, asentí. Entonces me presentó al P. Francisco Rodríguez y al P. Juan Ruiz. Ellos me entrevistaron y así ingresé al seminario redentorista.

En mi proceso de formación he pasado por muchas crisis. Cuando me encontraba en estas dificultades siempre meditaba en el ejemplo del P. Fernando y esto me ayuda a reponerme. Recuerdo que en una oportunidad estaba meditando en el tema de la amistad con Jesús. Aquí me di cuenta que si tal era la amistad y la confianza que tenía con el P. Fernando, ¿cuánto más no debería ser la confianza con Cristo, mi mejor amigo? Como podemos ver aquí, la amistad de este hombre de Dios me ayudó a descubrir la grandeza de la amistad con Cristo.

Fernando siempre me ha apoyado en mi vocación Redentorista. En una oportunidad en mi Congregación, aquí en Perú, estábamos atravesando una fuerte crisis. Yo tenía ganas de salir del seminario para ingresar la clero diocesáno. En ese entonces el P. Fernando era Vicario general de la arquidiócesis de Trujillo. Le hablé de mi intención. Me dijo que él estaba dispuesto a apoyarme si yo decidía ingresar al seminario diocesano, pero que, primero, evalúe bien si esa era mi vocación, de lo contrario que permanezca en mi congregación, pues es una hermosa familia religiosa. Reflexioné en las sabias palabras de mi amigo. A final me di cuenta que él tenía razón. Gracias a su consejo se sabio salvó mi vocación redentorista.

En el año 2002 me ordené sacerdote. Desde aquella fecha he ejercido mi ministerio sacerdotal con fervor y entusiasmo. En mi vida personal y sacerdotal he tenido muchos logros laborales, pastorales, profesionales e incluso literarios. Todos estos éxitos, pienso que, de una u otra manera, los debo al P. Fernando, a quien le guardo un profundo respecto, una gran admiración y una inmensa gratitud.

Por tal razón, en esta oportunidad, quiero decirle a mi querido: “GRACIAS P. FERNANDO POR TODO LO QUE HAS HECHO POR MÍ. Dios pague con creces tu generosidad”.

Un sacerdote a todo dar

TESTIMONIO

Corría el año 1964, tiempos de transformaciones en la Iglesia católica y coincidentemente época en que yo luchaba para remontar una crisis mental y un cáncer, superados mediante la intervención del cirujano, la pasión de mi madre y las oraciones del p. Fernando (…también por su asesoría psicológica).

Nací y permanecí “moro” por 20 años. Pude seguir igual, pero conocí y fui impactado por el testimonio del p. Fernando Rojas Morey. Me bauticé a los 21. A las pocas semanas me animó para participar en el I Cursillo de Cristiandad realizado en Chepén, eficaz instrumento de confirmación. Al año siguiente fui designado -junto con otros 3 jovencitos- para predicar en las misas dominicales.

Para superar ambas enfermedades, acepté un promisor trabajo en Lima, éxodo que se prolongó por 3 años, luego del cual regresé al terruño para estudiar pedagogía, profesión que permitió mi incorporación en el CESDER, brazo social de la Parroquia San Sebastián.

La parroquia me permitió participar en talleres, cursos y cursillos. Eventos que constituyeron verdaderos post grados académicos y que trataron grandes temas: Concilio Vaticano II, Documentos de Medellín, Puebla y Santo Domingo, la Teología de la Liberación, la Metodología popular de Paulo Freire, la teoría del Análisis Transaccional y la espiritualidad de Anthony de Mello, entre otros.

Actualmente, vivo agradecido por tanta deferencia del Señor.

Me permito este “desnudo espiritual” impulsado por el afán de hacer visible las otras obras, las imperceptibles, las obras intangibles que el homenajeado en sus 50 años de sacerdocio ha realizado a través de personas concretas, en cantidades infinitas.

En esta circunstancia, sigo preguntándome: ¿Cuánto debo a este entrañable hermano?
- En una forma “Todo” (posiblemente la vida), y
- En otra “Nada”, porque, “Lo que se hace por amor, no se paga con dinero”.

Soy conciente que en estos casos se debe hablar del homenajeado;
mil disculpas por referirlo indirectamente.


José Mendoza H.

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Fernando es el amigo, hermano, maestro, padre y pastor, que está constantemente cercano a su comunidad, que es su familia, expresado a través de sus bellos poemas, inspirados desde su fe en Cristo Redentor.

Quienes compartimos momentos cercanos con Padre Fernando descubrimos su profundidad espiritual, su sencillez y su interés responsable por los demás, asimismo por el respeto y valor a la persona humana; con esa constancia, franqueza y fidelidad, nos ha hecho descubrir en él a un hombre de Dios que se entrega a sí mismo por hermano.

Jorge Luis Saldaña


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Chepén es una comunidad que en las últimas décadas ha experimentado profundas transformaciones y en cada una de ellas está la presencia de Fernando Rojas Morey, en todas y cada uno de los aspectos de la vida de Chepén de ayer y hoy encontramos la huella dejada por un sacerdote que en ningún instante abandona sus ministerio, ni sus funciones propias y se entrega a trabajar por la comunidad robándole tiempo al tiempo, restando sus horas de descanso y sacrificando su propia economía; por eso el Padre Fernando Rojas Morey, es considerado como patrimonio de esta parroquia, como parte propia de la estructura social de Chepén.

Revista CHEPEN 1991


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Yo nací en Chepén, un pueblo del norte del Perú; donde crecí con mis hermanas en un ambiente familiar trabajador y alegre. Mis padres nos llevaban todos los domingos a la Misa y yo desde los siete años ayudaba al P. Fernando Rojas como acólito. Me llamaba la atención verlo orar ante el Sagrario antes de cada Misa. Un día le pregunté por qué se quedaba tanto tiempo allí, y me dijo que gustaba de la compañía de su mejor Amigo. Yo quedé impactado e inquieto por vivir lo mismo.

Otra experiencia clave en mi niñez fue ver que los demás acólitos comulgaban y yo no. Un día le pregunté al Padre por qué no podía comulgar y me dijo que no estaba bautizado. Me explicó en qué consistía este sacramento y la importancia de recibir a Jesús en la Eucaristía. Después de varias semanas de catequesis fui donde mis papás y, con mis diez años de edad, les dije que había decidido bautizarme. Pese a su resistencia porque esperaban que mis padrinos vinieran de lejos, un 29 de noviembre de 1982 recibí estos dos sacramentos; creo que este día fue el culmen de una etapa marcada por la alegría de haber descubierto la amistad de Jesús y el fuerte deseo de ser sacerdote como aquel que me ayudó a descubrir la cercanía de Jesús.

Carlos Sánchez Miranda
Sacerdote Claretiano


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Conocí al padre F. Rojas, y anduve en su parroquia durante mi adolescencia, con los grupos de “Los Corazones Valientes” y luego con la “Juventud Estudiantil Católica” grupos de muchachos católicos y con la palomillada propia de la edad pero que siempre tuvimos un guia y soporte anímico en él, pues con él conocimos varios sitios cercanos a Chepén, todos los veranos haciamos Campamento en la playa Boca del Río por una semana, viajamos a conocer lugares como “Chan Chan” “Las Huacas del Sol y la Luna” en Trujillo, “Los Baños del Inca” en Cajamarca, “El Museo de Brunning” en Lambayeque, siempre fué un cura que se preocupó y tuvo bastante desprendimiento por las personas jovenes y adultas en nuestro 5° año de secundaria organizó e hizo con nosotros el viaje de Promoción a la ciudad del Cusco con un periplo muy interesante para la muchachada de nuestra edad, Chepén a Lima, Arequipa luego en Tren a Cuzco, Puno y regreso a Arequipa en todos éstos sitios nos consiguió alojamiento y lugares de alimentación de acuerdo a nuestros bolsillos y ya antes y despues de nuestra promoción había guiado a otras y así como éstas hay innumerables obras siempre en beneficio del projimo, una persona realmente ADMIRABLE pues tiene toda una vida dedicada a hacer el BIEN, Gracias padre F. Rojas.

Fernando Cabanillas.

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Hablar del Padre Fernando nos faltaría tiempo para poder describir su persona y sus inquietudes.

Félix Martínez Vega.

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Fernando Rojas es un hombre extraordinario, fue importante su ayuda en la gestión para la creación de la provincia de Chepén. Ojalá existiese 1000 padres Fernando en el Perú.

Cristian Díaz Prado
Ex Alcalde de Chepén.


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El Padre Fernando es un hombre que siempre esta pensando para crear algo nuevo a favor de los más necesitados. Tiene profunda mística, mucho amor y un trabajo profundo y sincero.

Lorenzo Sánchez Cabanillas
Ex Alcalde de Chepén


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Padre Fernando: En el mes de octubre 2007 el colegio Santa Teresa de la Inmaculada de San Pedro de Lloc celebró sus Bodas de Diamante. Ud. celebró la Misa, como representante del Obispo. Fue para mí una emoción muy sentida el acercarme a usted, saludarlo y conversar un pequeño momento. Hace años que lo conozco pero siempre algo de usted se queda en el recuerdo, como si fuera la primera vez.

En esa oportunidad, verlo significó para mí, retroceder más de 30 años en mi vida, recordar cuántas veces tuve la suerte de asistir a las conferencias y talleres que en la Casa Comunal de Chepén se desarrollaban los temas con personas del Valle del Jequetepeque y con otros sacerdotes que venían de Cajamarca. Aprendí muchas cosas en ese tiempo, aprendí a ver el otro lado de las cosas, de los hechos y de las personas. Fue algo así como “que se me abrió el tercer ojo”. Siempre estoy y estaré agradecida por esos momentos: sus palabras, sus ejemplos, sus bendiciones, su trabajo pastoral y cristiano. Sé que mi corazón se alimentó de cosas buenas y que mi vida se abrió a la solidaridad y al afecto social desinteresado. Aprendí a querer más a los míos, a mi pueblo, a mi región, a mis amigos, y brotó en mí el deseo de ofrecer mi trabajo con mucho cariño y con la mayor honestidad a toda esa juventud que me acompañó y acompaña en tiempos de labor y trabajo pedagógico.

A mi regreso del Norte, el año pasado, sufrí un derrame cerebral. Sé que Dios ha obrado en mí con su infinita misericordia, estoy bien, y pienso que Dios algo me sigue pidiendo que haga. Quiero escuchar su Voz y atender su pedido.

Este saludo es alcanzarle una felicitación por su tiempo en el Sacerdocio y por su labor tan encomiable. Con mi especial afecto y deferencia.

Chela Zárate León


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Amigo Fernando

Que suerte la mía, haber encontrado en mi vida terrena,
El apoyo divino de vida y entrega.

Recuerdo esos días de niño travieso
Subiendo, bajando, corriendo y saltando,
Señor de señores mi vida es encanto.

Consejos sagrados me das cada día,
Que llevo en mi mente como alegoría

Fernando es mi padre, amigo y hermano,

Tu alma es ternura y tus brazos refugio de muchos que acuden Con tanta alegría.

Tu sigues los pasos, ejemplo de Cristo,
Enseñas al pueblo, amor sacrificio.

Tus años, tus canas son hilos de oro,
Tu vida una entrega al servicio de todos.

Fernando es sencillo, humilde y sincero, Compartes conmigo
Las penas que aqueja Sufriendo cual Cristo que lleva su cruz.

Antonieta tu madre y Arturo es tu padre,
Señores de ejemplo, carisma y sinceros,
Ahora en el cielo derraman contentos,
Los dulces deseos de fe y esperanza, que otorga el amor.

Las gracias te doy, mi querido pastor,
Maestro de fuerza y hombre de acción.

Le pido al señor que cuide, desde hoy.
A este mi amigo que quiero y respeto con todo mi amor.

Edgard Pineda Calderón


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El padre es para mí:
Un líder a quien imitar por su pureza y dulzura.
Un ejemplo de vida.
El remodelado templo.
Los retiros espirituales.
Los paseos y las excursiones a diferentes sitios.
Las obras teatrales.
Los carros alegóricos para la semana de Chepén.
La biblioteca
La casa de la Cultura
La Casa Comunal.
Las guarderías.
El ejército de acólitos que nunca faltaron a misa.
El envío de jóvenes a los Seminarios de Trujillo y Cajamarca para estudiar Teología.
Radio San Sebastián.
Las guarderías.
La Farmacia
El Centro Médico.
Una clínica dental
Las capillas de los alrededores y las misiones.
La cooperativa agraria Tahuantinsuyo
Los reubicados de Nuevo Montegrande
La ONG CESDEREl Instituto Juan Bosco
La Unversidad Juan XXIII
Un centro de capacitación a menores abandonados en Villa Leticia de Monseñor Alegría

Carlos Linares

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Nuestro amado padre Fernando merece un reconocimiento de todo su pueblo, al cual pertenecemos.Trabajé en Chepén desde 1996 hasta 2002, estuve observándole y acompañándolo en algunas tareas, entre ellas, la Universidad Juan XXIII, en donde inicié mi labor de docente universitario.Para presentar sus libros,-Fernando es también un poeta- he vuelto a Chepén y viajé a Trujillo. Debemos destacar su obra literaria.

Beethoven Medina

Padre Fernando Rojas Morey


1. Transformó nuestras vidas

– ¿Si he conocido en mi vida a un hombre santo?
– Sí. Él.
Y la santidad, en su manera de ser, no consiste en dejar de hacer, ni en recluirse ni esconderse. No es huir, retraerse o signifique pasividad. Al contrario: es actuar, arriesgarse, ser valiente.
Hablo del Padre Fernando Rojas Morey, quien un 30 de mayo de 1959 llegó a mi pueblo, Santiago de Chuco y transformó nuestras vidas. Él tenía apenas 25 años.
Las insufló un poco de lo que es él.
Hay muchos valores que nos solaza contemplar en el cristiano auténtico. A mí me cautiva mucho, por ejemplo, la inocencia y el candor. Pero fue triunfal de niño admirar en don Fernando Rojas Morey ¡como un ser valiente!

2. Afrontar retos feroces

Además de arrojado en la búsqueda tenaz de un ser trascendente, enfrentando las sombras, la muerte y el pavor, es un hombre de lucha.
Aferrado a su cruz, a su fe, a su Cristo –que en el caso de él siempre lo intuí como una relación muy entrañable y personal– representa para mí –y también para muchos de mis compañeros de entonces– la intrepidez y el valor.
Era –y lo sigue siendo ahora mucho más– el ideal máximo del ser valeroso y puro, del ser luminoso y bello, del ser todo arrojo y todo fe.
¡Y de confiar en que todo saldrá bien!
Y este sacerdote joven además de muy varonil, muy muchacho, era a nuestros ojos extasiados un joven bizarro, muy de coraje en los obstáculos de la vida real que había que vencer.
Y en las proezas de la fortaleza física para afrontar cansancios, agotamientos y retos feroces.

3. De pie en una viga

Recuerdo nítidamente una escena:
En la antigua iglesia de Santiago de Chuco –totalmente demolida después del terremoto del año 1970– había entre pared y pared, que hacían los flancos laterales de la gran nave, unas vigas largas que atravesaban todo ese amplio vacío interior.
Eran añosas, toscamente labradas, amarillentas por el tiempo. Al voltear mis ojos de niño a mirarlas, mientras se hacían los ritos en el altar mayor, imaginaba qué árboles inmensos se habían cortado para ser tan largas y duras.
¡Y para no doblegarse con el paso de las centurias!
Eran de madera vieja de toronjil.
Esas vigas estaban muy cerca de la cumbrera, en realidad formaban parte del techo y su colocación era inmensamente alta mirando desde el suelo.
¿Quién podría atreverse a subir y caminar por ellas? Solo un ser con alas, una libélula, un colibrí o un ángel.

4. Un héroe

Recuerdo de niño, al Padre Fernando Rojas, avanzando primero a horcajadas y luego puesto de pie por una de esas vigas, envuelto en una nube de polvo acumulado por los siglos.
Atravesado por los rayos del sol filtrados por entre los agujeros que se hicieron año tras año entre teja y teja de ese techo torcido, construido por los tatarabuelos de nuestros tatarabuelos.
Por allí él caminaba como un equilibrista a fin de hacer pender del centro de aquella viga una gruesa soga que llevaba enlazada al cuello.
Con esa soga subiríamos los travesaños que sostendrían los telones de un escenario que armábamos en la parte posterior de la iglesia, llamada “La huairona”.
Todo esto se hacía a fin de representar allí una obra de teatro que habíamos preparado y donde actuábamos todos los chiquillos de entonces y que se titulaba “San Sebastián, el centurión”.
La imagen que tengo de él subido en esa viga ya no es la de un santo ni la de un querubín ni la de un ser sobrenatural, sino sencillamente la de un héroe.

5. Al techo vetusto y carcomido

La ocurrencia la tuvo, y se imaginó subido allí, cuando días antes estábamos midiendo y calculando cómo haríamos el proscenio para escenificar la obra que habíamos preparado, a fin de recaudar fondos para construir una canchita de fulbito.
No había modo de hacer colgar los telones y no teníamos otro local suficientemente grande para hacer la velada. ¡Porque ilusionamos que iba a asistir todo Santiago de Chuco, como realmente ocurrió! ¡¡No cabía de gente la vieja iglesia en su parte posterior!
Al no poder subir de ningún modo por afuera y encima, trepando por el campanario al techo vetusto y carcomido, nos dijo que se podía tender una soga desde esa viga altísima subiendo hasta ella.
– ¿Y de qué modo se puede subir? –preguntó alguien.
– ¡Diciéndole a uno de sus ángeles que en todo le obedecen! –Dijo otro confianzudo.
– Yo subiré a colocarla –dijo él, haciendo oídos sordos al majadero.
Creo que al principio nos reímos y después empezamos a temblar de miedo por la locura que se le estaba ocurriendo de subir hasta esa altura.
¡Porque lo que él decía lo hacía!

6. La camisa blanca y tosca

Nos estremecía que le pudiera suceder una desgracia.
Porque, primero había que avanzar desde un altar por una cornisa de 15 centímetros de ancho, que nadie sabía si podría resistir el peso de una persona.
Y había que hacerlo con la espalda pegada al muro y de costado, desplazándose centímetro a centímetro, haciendo chocar los talones.
Al principio, con tener tanto miedo a que él camine por la viga, que era tremendo, en el momento en que hacía esta proeza, no fue aquel tramo lo peor sino verlo avanzar con lentitud suprema por la cornisa, pegado a la pared, haciendo un esfuerzo infinito por no caer y mantenerse pegado al yeso con pátina de siglos.
Veinte metros más abajo, seis u ocho chiquillos estábamos en el filo de un cuchillo, pendientes segundo a segundo, de ese ser etéreo dotado de un poder desconocido.
Para el caso, se había puesto una boina, metido el borde inferior de las bastas del pantalón negro en las medias, y fajado bien la cintura apretando la camisa blanca y tosca con el cinturón para que no fuera a quedar enganchada en algún clavo, punta o astilla.

7. Sabía de dónde había venido

Trepado allí en esa viga, en lo alto de la iglesia, en el techo atravesado de los rayos de sol, era otro santo más de aquellos que están en sus tronos.
Bogando entre el polvo acumulado por el tiempo, en esa viga maestra de una iglesia barroca, el Padre Fernando Rojas, hombre nube, flecha, escudo, estrella, se hacía sobrenatural a nuestros ojos.
Se situaba entre el cielo y la tierra ante nuestros pobres corazones asombrados y estupefactos. Y se hacía para siempre, invencible. ¡Y quizá inmortal!
Alguna vez encontré, leyendo el evangelio de San Juan Apóstol, que él dice acerca de Jesús:
“Sabía de dónde había venido y adónde iba”.
Y vinculé esta cita con aquella experiencia de ver a ese joven, cuya alma tenía una belleza singular, arriesgando su vida por nosotros.
Sabía Jesús que venía de un origen divino y se dirigía a una morada y a un reino igualmente sagrado, como en verdad es la vida para todos nosotros cuando se la comprende bien y se la abraza con unción, como Jesús mismo nos lo dijo.
En aquella frase del evangelio de San Juan está resumida la grandeza y la dimensión de un hombre que sabe lo que es y adónde se dirige.

8. ¡Y adónde iba!

Porque, aquel que sabe valiosamente de dónde viene y adónde va ¡ya no solo es un hombre lúcido y despierto, sino un milagro de la creación! ¡Y un elegido para morar o fundar un reino!
Es quien ha profundizado y encontrado el manantial de su origen. Y asimismo sabe adonde va, como la realización de un destino trascendente.
Ello representa una gracia y una merced superior. Es ser hijo de Dios. Es ser un ungido.
¡Alguien cuya trayectoria y transcurso se eleva sobre una viga en el sol de la mañana, que es la vida!
¡Es quien ya encontró la ubicación de la fuente y el amanecer!
En donde el universo puede ser la nave de la iglesia, como bastaría ser los ojos extasiados de unos niños viéndolo avanzar por aque3l camino de aire, viento, o agua, porque sabe de dónde viene y hacia dónde va.
Y eso fue para mí en ese instante don Fernando Rojas Morey.
Viniendo de una eternidad sumergida y yendo hacia otra eternidad elevada, en este breve y circunstancial pasaje que es la existencia, vivida con verdad, coraje y virtud, como él nos la enseñó en aquellos días.
Y si todo esto, con su atroz misterio, ha quedado en el fondo del alma, ora gozosa ora atribulada, ¡cómo entonces no llorar!

Danilo Sánchez Lihón
http://danilosanchezlihon.blogspot.com/2008/05/instituto-del-libro-y-la-lectura-inlec.html

Hombre sencillo.



El padre Fernando Rojas Morey es uno de los más claros y valiosos ejemplos de pastor identificado con las necesidades y problemas de su pueblo. Tal vez lo que más influyo en su quehacer sacerdotal fue la plena identificación con los postulados del Concilio Vaticano II y su amistad larga y enriquecedora con Mons. José Dammert Bellido de quién recibió la Ordenación Sacerdotal el 20 de Diciembre de 1958

El Padre Fernando es un hombre sencillo de trato y maneras suaves que le granjean la cercanía y confianza de quienes se le acercan. Su generosidad es proverbial. En la mesa de su casa parroquial nunca falta un plato de comida para el visitante no anunciado, para el muchacho con problemas, para el colaborador entusiasta. Sobre todo para los jóvenes que se acercan con la confianza del gran amigo.

La Apertura del padre Fernando lo ha llevado apoyar la labor pastoral de otra diócesis e, igualmente, a mantenerse abierto al contacto enriquecedor con parroquias extranjeras, principalmente de Alemania. Algunas de estas amistades lo han ayudado generosamente para sus obras.

Infinidad de obras sociales y educativas debe Chepén al padre Fernando. A su regreso de España donde realizó estudios de `pastoral en el instituto León XIII de Madrid, inicia, en Chepén una labor apostólica con un efecto multiplicador impresionante, a la luz del Concilio Vaticano II profundizando la evangelización , la renovación del culto, la catequesis, el impulso del apostolado secular.(…)

Mónica Buse de Avila
1998

Oración para un sacerdote bueno



Señor, gracias por darnos gente colmada de bondad. Gracias, Señor, por darnos gente a quien recurrir en medio de nuestras tribulaciones. Gracias, Señor, por darnos seres que comprenden nuestro dolor, Gracias, Señor, por encontrar en ellas el bálsamo a nuestra dolencia.

Señor, gracias, por permitir que nuestra fe jamás se apague y siga flameando por obra y gracia del impulso de otros hombres. Gracias, Señor, por conocerte mucho más a través de tu creación. Gracias, Señor, por darle al mundo seres colmados de infinita misericordia.

Señor, gracias, porque la palabra Amor que es la que te define, la gozamos a través de tus hijos. Verlos a ellos, es verte, a ti, Señor. Conocer tu sonrisa, sentir tu palabra, amar como tú lo dices y ordenas que nos amemos los unos a los otros.

Señor, gracias, porque ese Amor lo concebimos a través de un hombre bueno que al nacer le insuflaste el don de la Integridad. Que sus padres en la pila bautismal lo llamaron Fernando y nosotros en la vida diaria lo hemos bautizado como el Padre Amor.

Señor, gracias, porque Fernando Rojas Morey, hace 50 Años escuchó tu llamado. Le dijiste ¡Sígueme! y él, siervo bueno: ¡Te siguió! para hacer en este mundo lo que tú, Señor, sabes hacer: Sanar a la humanidad.

Señor, gracias, por habernos dado un sacerdote que es todo pureza, todo dignidad, todo sentido de realidad. Porque sus acciones vienen colmadas de verdad, de justicia, de bondad.

Señor, si hay algo que te pedimos con la más excelsa devoción es que tengas a tu lado a don Arturo y a doña Antonieta, padres de nuestro sacerdote bueno que tuvieron la virtud de sostenerlo para bien de este mundo terrenal.

Señor, si Tú has ordenado ¡Pidan y se les dará; busquen y hallarán…! te pedimos en el nombre de tu Hijo Jesucristo que des a Fernando Rojas Morey, nuestro bien llamado Padre Amor, muchos años más de vida para bien de sus feligreses, de los pueblos y de tantos seres que nos vanagloriamos de tenerlo como Amigo.

Señor, gracias, por conocerte a través del sacerdote Fernando que al seguirlo no seguimos a él sino a quien él sigue y ese eres Tú divino Señor porque Fernando Rojas Morey, el cura de mi pueblo de Chepén es como Tú: Todo Amor.

Blasco Bazán Vera


Trujillo, 8 de junio del 2008

Muy querido P. Fernando



Permitame que le diga así como decimos en Colombia: "Muy querido"!...
He estado haciendo estos días la oración con su libro de poemas.. de oración... de canto a la vida y a las cosas lindas que cada día le ofrece el Señor. De veras lo he disfrutado, como una continuación de la oración comenzada en nuestras Eucaristías en Chepén, presididas por su amable presencia, celebraciones también de la amistad del Señor en la persona del P Fernando para la Compañía y para cada una de nostras, de todos los que a su mesa nos acercamos.

No puedo sino agradecer al Señor la gracia de haber conocido un sacerdote como todas las poblaciones de América Latina lo quisieran tener. De un corazón abriendo caminos de esperanza, de fe, de caridad solidaria. No dejo de agradecérselo al Señor y a Ud su amable acogida, tan incondicional.

Marta Inés.
Religiosa Colombia.

Padre Fernando



Cómo hablar de ti
Sin que el corazón se agite,
cómo recordarte
sin que los nervios, el llanto,
el cariño y las cicatrices
atropellen este instante;
cómo estar hoy
con canas y recuerdos,
si no fuera porque se te pasó la mano
en tu labor de cura
y te metiste en mi vida,
la vida de éste y aquella,
en la vida de todo el mundo;
como si fueras el aire o la luz,
como si fueras útil y bueno;
pero yo conozco gente que se te parece
pero les falta un poquito de lo que eres:
de varón, amigo y hermano,
de papá y de mamá;
de brazos fuertes y corazón suave,
de tu canto (Por ej. Fray Santiago, Fray Santiago…)
y tu risa y tu mirada
que valen por muchas recetas para todos los males;
¡Ah¡ y ese coraje para soportar
la imbecilidad del mundo y aún mas, la reciclas
en forma de perdón,
de albergues, de comedores, de colegios,
de apoyo para niños y
trabajo para campesinos y comunitarios;
seguro que eres mucho más de lo que está escrito,
no soy la primera oveja
que no puede alabar a su Pastor
pero cómo quedan las ganas de estar cerca de ti
y de tu protección
contra la duda y el temor,
contra la soledad y la pena;
de la fiesta no te cuento ni me confieso;
ése es el pequeño detalle que nos hace diferentes,
¡Tu hidalguía y transparencia¡.

Sabes, Padre Fernando
y sin ponerme trágico,
cuando dejes este mundo y los que lloren
y recen por el descanso eterno de tu alma,
estarán orando en vano
ya que vivo o muerto es difícil pensar en otro
para que atienda nuestros ruegos;
te has ganado el cielo pero el descanso eterno
lo dudo;
mientras tengas tu cuerpo y tus huesos
aprovecho para darte un abrazo, un beso y
el cariño de toda mi familia, tu familia.

Feliz 50 años de Vida Sacerdotal Padre Fernando.

Trujillo, 10 de Junio del 2008
Marco Moncada Farro
Coronel PNP ®.